Más think tanks, más y mejores ideas, mejores políticas
Pero, ¿cómo?
[La Semana de la Evidencia es financiada por el Think Tank Initiative y cuenta con el apoyo de la Embajada de Gran Bretaña en el Perú.]
El presidente chino, Xi Jinping, hizo un llamado a la creación de más think tanks (con características chinas) en el 2013, durante el 18 Congreso Nacional del Partido Comunista Chino. Ya en el 2004, el Comité Central había argumentado que las comunidades de las filosofía y las ciencias sociales debían actuar como think tanks al servicio del partido y del gobierno. Aún antes, Mao creó el primer think tank enfocado en relaciones exteriores en China cuando el aparato del partido falló en prever las revoluciones democráticas de Praga en los 60.
Para los chinos, los think tanks son una pieza fundamental en sus planes de crecimiento. (También son parte de su estrategia de propaganda global.)
El modelo chino (como el modelo vietnamita y, de alguna medida el modelo alemán) pone al estado al centro de la formación y promoción de think tanks como generadores y promotores de ideas de política pública. (Aunque esto es una simplificación. En la práctica, los think tanks son usados por agentes partidarios y funcionarios para competir en el mercado de ideas al interior del partido, también).
El modelo chino funciona porque si el Presidente Xi dice que se necesitan más think tanks, los chinos crean más think tanks: se han formado más de 300 nuevos centros desde entonces.
Lo mismo no sucede, ni podría suceder, en Estados Unidos o Gran Bretaña, donde el modelo se sustenta por la competencia y el pluralismo político. Los think tanks se crean como herramientas políticas - de políticos, filántropos, grupos de interés, partidos políticos, el mismo gobierno, la sociedad civil, la academia, etc.- para combatir, en mejores condiciones, en el mercado de las ideas.
Cada contexto tiene sus particularidades. Estados Unidos tiene un sistema de partidos débiles y entonces cada congresista, cada gobernador, cada representante al nivel de estado, etc. es sujeto de posible influencia. Con más oportunidades, más think tanks. En Gran Bretaña, los partidos son más fuertes y tienden a tener una posición común, pero el modelo parlamentario y el rol de los medios obligan a presentar propuestas de política casi a diario. Con más demanda por ideas, más think tanks.
(Debería quedar claro, ya, que los think tanks son actores políticos -aunque puedan permanecer al margen de la afiliaciones partidarias.)
El Perú tiene algo de la competencia política pero sus think tanks se sustentan, todavía, por factores que tienen sus días contados o que generan más problemas que soluciones. Un puñado de universidades con think tanks o que subsidian la actividad de algunos investigadores en think tanks independientes, algunas consultoras que cumplen, tenuemente, funciones de think tanks, la cooperación internacional que aún constituye la fuente más deseada de financiamiento para investigación en políticas públicas, y la consultoría al estado o al sector privado, que viene con ataduras y cuestionamientos de independencia.
El Perú no es Chile, donde la clase política valora y usa a los think tanks para desarrollar y promover ideas y propuestas - y donde existen relaciones cuasi-formales entre centros y partidos y, por lo tanto, entre los financiadores de ambos. En Chile, el grueso de los think tanks se originan durante la dictadura de Pinochet. Cerradas las universidades y perseguidos los investigadores, muchos se reagruparon como think tanks, menos orientados a la discusión ideológica y más a la solución de problemas prácticos. En los 80s, los think tanks jugaron un rol fundamental en convocar y organizar a la oposición. Desarrollaron sus ideas. Y formaron el primer gobierno democrático. Casi todos perdieron a sus cabezas a puestos ministeriales. La derecha se organizó y fundó nuevos centros para hacerle frente a los cambios de rumbo y, en ese ritmo y gobierno a gobierno, el ecosistema chileno de think tanks se enriquece.
Tampoco somos México o Argentina, donde existen think tanks fuertes aún fuera de la capital. Ni Colombia, donde el origen de los think tanks, los medios y los partidos son uno solo. Ni somos Sudáfrica (para no quedarnos en las comparaciones regionales), donde los think tanks se sostienen en buena parte por un gobierno que destina recursos a (y valora) la investigación, incluyendo las ciencias sociales, a través de sus sistema universitario y de centros de investigación.
La cooperación internacional se viene haciendo esta pregunta, ¿cómo fortalecer las comunidades de think tanks? desde hace mucho tiempo. En On Think Tanks ya tenemos más de 8 años estudiando y promoviendo soluciones. Una lección que hemos aprendido es que sin una comunidad de think tanks y sin un ecosistema más amplio, un sistema o regimen de conocimiento (o lo que Adolfo Garcé llama regímenes políticos de conocimiento), no podemos pretender tener think tanks de excelencia.
Contamos algunos de los ingredientes necesarios para contar con un ecosistema de think tanks mejor que el que tenemos: recursos financieros y capital humano. Pero nos faltan otros tan o más importantes.
Tenemos recursos pero no los estamos usando. Concytec se niega a invertir en ciencias sociales. El canon está esperando, aburrido y olvidado, en las cuentas bancarias de las universidades naciones. Las empresas privadas prefieren (mal)gastar millones en consultorías o campañas publicitarias o de lobby de corto plazo en lugar de financiar, a largo plazo, esfuerzos por estudiar y fortalecer sus sectores y la institucionalidad del país (o de las regiones donde operan).
Tenemos capital humano - aunque no suficiente y algo centralizado. Lo que sucede es que tenemos aún, una comunidad académica que se sustenta con islas de excelencia que no llegan a cubrir todos los temas y necesidades que deben ser investigados.
Nos falta mayor capacidad para demandar y usar evidencia de parte del Estado y los partidos. El BCR, el MEF y algún otro ministerio o municipalidad se salvan, pero el lugar común en el Perú es una muy baja capacidad de uso de la evidencia y las propuestas de los centros.
De hecho, nos faltan partidos interesados en una competencia política informada.
Nos faltan medios capaces de dialogar con los think tanks y comunicar y popularizar (o criticar) sus ideas. Son pocos los medios con editores o periodistas especializados en problemas de política, sectores o poblaciones. Sin esa especialidad los medios son incapaces de consumir las ideas de los think tanks de manera crítica. Y sin ello, los think tanks pierden un canal fundamental de comunicación.
Nos faltan filántropos, empresas y una población interesada en promover la generación de ideas de política pública. La CONFIEP consideró más importante financiar una campaña política en contra de Humala que un programa de investigación de largo plazo que estudie y busque fortalecer el modelo económico -le hubiese salido más barato. En los últimos años el sector privado se ha comprado las modas de la innovación y el emprendimiento social sin prestarle atención a la necesidad de entender cómo se hace esto, qué política son necesarias (en el Perú) para promoverlo, etc.
Nos faltan también universidades interesadas en formar futuros investigadores y analistas de políticas públicas: capaces de conectar la política con la academia, comunicar a diversos públicos y buscar, mediante una suerte de emprendimiento, que sus ideas se lleven a la práctica. Nos faltan también universidades que investiguen y contribuyan a la generación de conocimiento que los think tanks pueden consumir para traducir en propuestas de políticas públicas.
Nos falta también cambiar el "chip" que la investigación es lo opuesto a la acción.
Y finalmente, nos faltan centros que se compren el objetivo de fortalecer su propia comunidad y que vean este como un objetivo urgente. ¿De qué sirve ser influyente hoy si no hay futuro mañana? Ello implicará, entre otras cosas, inversiones en sus propios modelos de negocios y cambios a sus modelos de gobernanza.
En resumen, para llegar a tener una comunidad de think tanks que aporte, efectivamente, a la política pública, tenemos que invertir en un ecosistema de instituciones y actores - pero sin pretender copiar, tal cual, el modelo de algún otro país. No basta con un par de islas de excelencia.
Se necesitan:
1. Recursos nacionales, públicos y privados, para la investigación en ciencias sociales y para la promoción de propuestas de política pública.
2. Universidades que alimenten al sistema con nuevos "thinktankers" capaces de investigar, comunicar y gestionar - con capacidades distintas a las que les han enseñado típicamente; ver por ejemplo, la Escuela de Invierno de On Think Tanks en Ginebra.
3. Medios con la capacidad y el interés de comunicar ideas informadas.
4. Un Estado y partidos políticos capaces de consumir y utilizar evidencia e ideas informadas por evidencia para desarrollar sus políticas y programas - esto pasa, por ejemplo, por abrir el proceso de generación y comunicación de evidencia como hicimos con el MIDIS en evidencia.midis.gob.pe
5. Un sector privado y una sociedad civil interesadas en financiar y promover el desarrollo de ideas de política pública como un elemento clave en la discusión y el debate político y en la solución de problemas.
6. Un discurso público que incorpore a "la evidencia" y a los "think tanks" como elementos legítimos y necesarios para la decisiones públicas - y en parte eso es lo que hacemos con el Premio Poder al think tank del año y la Semana de la Evidencia.
Si quieren saber más sobre think tanks, visiten On Think Tanks, una iniciativa alojada en la Universidad del Pacífico que investiga este tema, ofrece cursos y convoca a think tanks globalmente: onthinktanks.org/ottc2019